Artículo- La tecnología es, en esencia, la aplicación del conocimiento generado por la ciencia y la experiencia. A través de ella buscamos optimizar la conjugación de trabajo y capital en la producción y administración de bienes y servicios.
El emprendimiento, por su parte, es una dinámica creativa-destructiva donde lo nuevo que es mejor y más costo-eficiente destruye y desplaza a lo viejo de inferior desempeño. La relación entre estos dos fenómenos es indisoluble pues la tecnología es una de las herramientas de mayor relevancia para el emprendedor y los emprendimientos son los que usualmente dan lugar a la creación e implementación de nuevas tecnologías.
En los últimos quince años varias economías latinoamericanas han sido relativamente diligentes en adoptar nuevas tecnologías y nutrir a través de la innovación la cultura de emprendimiento en nuestra región.
Sin embargo, el carácter desbalanceado del desarrollo económico en nuestros países obstaculiza la difusión y efectiva utilización de dichas tecnologías al tiempo que debilita el espíritu emprendedor en nuestros respectivos aparatos productivos.
Esto se debe a que las nuevas tecnologías se construyen por lo general sobre la base de infraestructuras idóneas para su masificación. Por ejemplo, se necesita un sistema de generación y distribución de electricidad lo suficientemente confiable para poder digitalizar la operación de una institución gubernamental o empresa privada. En la ausencia de tales infraestructuras la adopción de tal o cual innovación tecnológica viene a ser cual “la sal que cuesta más que el chivo” pues no se puede difundir a gran escala y el costo termina siendo mayor que el beneficio.
Para solucionar este problema debemos perseguir un modelo de desarrollo económico y empresarial que vaya de la mano de la realidad circunstancial de nuestros países. Este balance se logra utilizando como punto de partida una agenda de prioridades sensibles a las necesidades y aspiraciones del emprendedor tanto del campo como de la ciudad.
Así y solo así podremos avanzar hacia la ejecución de tecnologías de vanguardia en nuestro modo de hacer negocios y por ese medio galvanizar una cultura de emprendimiento y de enriquecimiento balanceado y sostenible a través del tiempo.
Autor: Jonathan D’Oleo
Publicación original: Listín Diario